EL CUENTO HA CAMBIADO





Cómo ha cambiado el cuento!

Ayer se rompió una de las cremalleras de la mochila que más utilizo. Bueno, la descosí, la guardé en el bolsillo de la chaqueta y salí a comprar una nueva. Al llegar a la mercería eché mano al bolsillo y... Vaya, he venido sin chaqueta. A ojo me llevé la que consideré más apropiada.

Esta mañana, después de desayunar, me he dispuesto a coser la cremallera nueva en la mochila.

Solo me he pasado una cuarta en mis cálculos, me sobran 20cm. de cremallera. Coger el coche solo para eso no me merece la pena pero necesito la mochila. He recordado que tengo por ahí un anorak roto, viejo, que hace años no uso, tal vez me sirva su cremallera. Genial, la cremallera le va perfecta a mi mochila, así que me pongo manos a la obra.

Mientras coso he caído en la cuenta de que yo en realidad no se coser. Mi madre sabe coser, mi abuela sabía coser, hasta mi padre sabía coser... Yo solo coso. Debería saber coser porque cuando yo era pequeña todavía se "enseñaba a las niñas" a coser; a mi no me interesaba y, por lo tanto, no presté ni la más mínima atención. Así que coso, sin saber, frangolleramente; lo justo para salir del paso, y a mi estilo, nada ortodoxo.

Y ahora? ahora quien enseña a los demás a coser? Sería un  fraude que yo pretendiera enseñar a mis hijos a coser, mi abuela jamás me lo perdonaría. Ahora no hace falta saber coser. Si se te rompe algo lo tiras y compras otro... Triste ¿no?

Me he acordado mucho de mi abuela mientras cosía. Casi pongo la aguja tan retirada como ella a la hora de enhebrarla, y eso que me he puesto mis gafas nuevas; Si, me las compré a la fuerza para poder leer las etiquetas de la comida, cuando estuve a punto de  "envenenar" a mi familia con unos garbanzos de dudosísima alcurnia. Y en ese momento en el que me he visto tan identificada con mi parienta, he recordado  que ella no necesitó antiparras hasta que fue muy vieja. Claro, ella no tenía ordenador, ella escribía a mano, con pluma y papel amarillo.

Cómo ha cambiado el cuento.

Es curioso mirar atrás y ver lo mucho que nos hemos amariconado con el tiempo, las comodidades, la abundancia y la tecnología. Hoy no sabemos coser, ni cocinar, ni prepararnos un remedio casero para lo que sea; no somos autosuficientes ni por asomo. 
No vemos tres en un burro ya con 40 años, una vergüenza, cegatos ante la pantalla. Engordamos por ignorantes, porque nos comemos lo que nos venden sin siquiera preocuparnos de si envenena, o alimenta, o qué. Y lo que es peor, nos dejamos mangonear por una panda de pelagatos oportunistas, ladrones; gentuza que nos maneja a su antojo, nos engaña como a lerdos, nos hilvana a un destino lucrativo, solo, para ellos.

Lo peor no es que hayamos dejado de aprender a coser, es que hemos dejado de aprender a sentir, a chillar, a luchar, a defender, a distinguir lo que es justo de lo que no lo es, a no dejarnos pisar...


Comentarios

Cocco ha dicho que…
Toda la razón...
Unknown ha dicho que…
Tienes toda la razón yo soy de las que todavía saben coser, pero no he enseñado a coser a mis hijos y creo, que todo se debe aprender, para no depender innecesariamente de nadie y aunque sus principales conocimientos sean ahora más importantes.
Unas nociones de aguja son de gran utilidad, aunque en mi caso yo sustituyo sus manos cuando tienen que hacer algún arreglo.
Un saludo