SISAS Y VINO
En los últimos años quien más
y quien menos, algo sabe de vinos. Casi toda la población bebe vino, no en vano forma
parte de nuestra cultura. El vino es suma de nuestra dieta, la Dieta
Mediterránea, como el AOVE, las legumbres o el pescado entre otros. La
pregunta en este caso es ¿está el vino al alcance de la mayoría, como por
ejemplo los garbanzos, las peras o las patatas? No. ¿Debería estarlo? En mi
opinión, Si.
La promoción de nuestros
vinos requiere de una gran inversión, que ciertamente, en los últimos tiempos
cosecha pingües beneficios. Competimos con otros países productores y, gracias a
la profesionalidad de nuestros bodegueros, estamos a la cabeza en calidad y
prestigio. Sin embargo, en nuestro país, el vino no es tan consumido como
cabría esperar. No está de más preguntarse porqué.
En mi opinión existen varios factores a tener en
cuenta, sin embargo voy a centrarme en uno solo de ellos, pues lo considero no
solo alarmante, sino, además, contraproducente con el gran trabajo que se hace
en nuestro país, en pos de él. Hablo de lo “caprichoso e incoherente” de su precio en diferentes mercados.
Es de suponer que el precio
del vino viene marcado por la cosecha, los costes, la producción, etc., como ocurre
con casi cualquier otro producto. Si la cosecha del año ha sido próspera y
abundante y no se producen contratiempos meteorológicos logísticos o
fiscales, por ejemplo, el precio de salida se puede ver reducido con respecto a
otros años menos “afortunados”. Al menos esto sería lo lógico. Claro está que,
aquí entra la ambición del productor, que es el que decide si le conviene
hacerse más accesible de cara al consumidor o, por el contrario, llenar sus
arcas, por si la próxima cosecha no se da tan bien. Pero esto es otra cuestión.
Supongamos que la botella de
un cosecha de, por ejemplo, Rioja, de una bodega cualquiera, se pone de venta
al público en 6€. Es evidente que un restaurador la puede y suele conseguir a
un precio inferior, pongamos un 10, 20, 30% menos de su precio de venta al
público, dependiendo del volumen de compra, etc. Este mismo vino lo encontramos en los
restaurantes a 20, 24€, es decir, el
triple e incluso cuádruple de su valor de mercado. Me parece un robo a mano
armada.
No es de extrañar, que la
actual gente joven que por un lado son conocedores de la cultura del vino
(probablemente porque la han mamado en casa con sus padres) y por otro son una
generación culta y sana (afortunadamente) consuma una patética cocacola en sus
escapadas a cenar a un restaurante. No por mal gusto (al menos en la mayoría de
los casos) sino porque, no lo olvidemos, el poder adquisitivo de la mayoría, en este
país, es lamentablemente muy bajo y cenar con vino es, en muchos casos, un
lujo que no nos podemos permitir. En especial nuestros jóvenes, privados de
becas, trabajo, ayudas, apoyo…
Incrementar el precio de venta en
1/3 a un artículo que no requiere manipulación, me parece ruin y rastrero, tal y como están las cosas.
Además de inducir a un lamentable deterioro cultural y, por lo tanto, es un acto que cabe
considerarse un agravio contra la economía común.
Es muy difícil mantenerse a
flote en restauración en los tiempos que corren, no cabe duda. Brillan por su ausencia los clientes,
se nota la crisis. Lejos han quedado esos “Que llenen” y “ponnos un poco de
todo, que no falte…”
Sin embargo, ¿no es siempre mejor
vender dos botellas a un precio razonable, que ninguna? El beneficio económico
sería probablemente el mismo si nos centramos en la botella, superior teniendo
en cuenta que las botellas no se suelen consumir solas y, muy superior si
consideramos como beneficio el bienestar y, por lo tanto, la fidelidad del
cliente.
Siempre podemos mejorar y no
necesariamente subiendo precios. Lo mejor no es lo más caro. Ni el más caro el
que más gana. Creo que a estas alturas el cliente sabe lo que quiere y, sabe
apreciar lo que se le ofrece.
Es necesario un
replanteamiento general, también en restauración. Se ha perdido al cliente que
no puede pagar 24€ por una botella de vino. Tal vez podamos inventar una
alternativa… Debemos reciclarnos porque, pese a todo, seguimos teniendo mucho
que ofrecer. Se imponen cambios, ideas nuevas, innovación. Demostremos que sabemos de vinos.
Las sisas pertenecen a otra
época… Dejémoslas yacer en paz, en los anales de la historia.
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