Merenderos,
chiringuitos, bares, restaurantes… Lugares donde el cliente acude a disfrutar de
comidas y bebidas, a degustar alimentos, a expansionarse, a pasar un buen rato.
Un buen rato comiendo y/o bebiendo.
Amor
propio:
eso que te hace esforzarte a tope para dar lo mejor de ti, eso que te hace
sentir fatal cuando sabes que lo podías haber hecho mejor. Amor propio.
Merenderos
al pie de Sierra Nevada: inmejorable paisaje, aire puro, terrazas al sol repletas de
gente variopinta; la nieve en los pies, el sol en el rostro.
Chapucero
carente de amor propio: individuo regente de merendero al pie de la Sierra, años de
experiencia; se le detecta fácilmente porque exhibe sin pudor alguno una
descomunal falta de empatía y educación.
Modus
operandi del Chapucero carente de amor propio:
*Experto en comprar al más bajo precio –la calidad
del producto no sólo es irrelevante, además, ni se la plantea-.
*Toda la familia ayudará en la elaboración y
servicio, cada fin de semana y festivos,”todo el mundo sabe hacer un arroz y
poner unas cervezas”.
*La tapa no da beneficio, lo que interesa es que
el cliente pida raciones o coma. Las tapas se elaborarán, por tanto, con restos
y otros alimentos de escaso valor. Una olla de arroz “de ese que no se pasa”
con cualquier cosa, y de segunda ensaladilla (que ahí se puede meter “de tó”).
*Interesa que el cliente gaste. No importa que
quede descontento; volverá porque aquí puede estar rodeado de nieve y en manga
corta, en pleno mes de enero. “Eso no lo tiene nadie”. El cliente quiere sol y
nosotros su dinero.
*La carta permanecerá inalterable, año tras año.
Morcilla, chorizo, papas a lo pobre, pollo o lomo con ajos, migas y bacalao. No
hay que complicarse.
Ya es difícil que, tras tantos años cocinando lo
mismo, sigas haciéndolo tan mal. Tiempo has tenido de conseguir una morcilla
decente, un chorizo especial, unas patatas de calidad… nada más lejos, tus
platos estrella siguen –tras 20 años- siendo una bazofia.
Después de tantos años haciendo lo mismo se
supone que ya habrás aprendido a llevar tu negocio; sabrás cuánto personal
necesitas, cuántas mesas se llenarán… Qué va, el servicio sigue siendo un caos.
Camareros que no se enteran, clientes que se quejan, voces, insultos… descontento
general. Las patatas están crudas, el pollo no llega, el bacalao está congelado
al centro… eso sí, el sol sigue brillando.
Debo informarte Sr. Chapucero carente de amor propio, que tu filosofía no es más
que un craso error. No sé si habrás reparado en ello, pero el turismo es una de
nuestras más importantes fuentes de ingresos; lo inteligente sería cuidar de
el, por lo tanto.
Debo decirte que cada vez que un turista se
decepciona con tu tapa de arroz, tú me estás perjudicando a mí. Cada vez que
uno de tus clientes sufre una mala digestión tras ingerir tus patatas crudas
embebidas en grasa a granel, tú me estás perjudicando a mí. Cada vez que te
permites el lujo de decir “gilipollas” a un cliente porque este se queja de tu
ineptitud, me estás perjudicando a mí. A mí, a ti y a todo el resto de la
población. Eres un ser extremadamente incauto
y egoísta.
¿Tienes idea del trabajo que cuesta que un
cliente decepcionado con nuestra gastronomía –gracias a carentes de amor propio
como tú- vuelva a confiar en ella?
¿Sabes cómo duele oír críticas duras hacia la gastronomía en Andalucía y no
poder protestar porque -en muchos casos- son ciertas gracias a gente como tú? ¿Eres
consciente de lo bajo que dejas el nivel de nuestros vinos jóvenes cuando –para
que rindan más y sin pudor alguno- los "engordas" con agua? ¿Te das cuenta de que
en lugar de enaltecer nuestras muchas riquezas las estás haciendo perder toda
su calidad con tu mal hacer? Claro que no. No tienes ni idea. A ti qué más te
da, tú sigues teniendo la terraza llena cada domingo. El sol en Granada siempre
brilla.
Resulta realmente triste y patética la falta de
amor propio, la falta de profesionalidad, la falta de empatía.
Hacer la vista gorda ante este tipo de “maltrato
al sector” implica ser cómplice de la chapuza.
Personalmente, comportamientos como estos,
negocios de este tipo, me ofenden, me perjudican y me avergüenzan personal y
profesionalmente. Los considero un fraude, un atentado contra la decencia y el
buen gusto.
María Pimientos
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