Almudena Grandes

 



Para mi amiga y confidente, Almudena Grandes

 

He sabido que has muerto y me ha dolido; te he llorado. Y no ha sido por el tópico de “se acabaron las historias de esta prometedora escritora, sus personajes que nos enamoraban o nos llenaban de desprecio…” no, mi llanto ha sido porque te quiero, te admiro, se que disfrutabas enormemente de la vida y me jode, me entristece enormemente que se te haya acabado, sin más.

Hoy hace mucho frío, ayer también lo hizo. He amanecido resfriada, he cancelado mis citas, he encendido la lumbre y…bueno, he pasado el día tranquila. Vivo sola.

No sé por qué, tampoco tiene importancia el motivo, he pensado asar en la lumbre un poco de careta, nada, un par de trozos de morro, otros de oreja… poco, hablamos de una cena y sabemos que no deben ser copiosas. No suelo cenar así, pero me ha salido de dentro en ese maravilloso espíritu nuestro de “disfrutar de la vida”, lo he hecho en tu honor, sabiendo que, de haber estado juntas habrían caído unos gintonics después… hay que digerir. Y disfrutar.

Me jode mucho que se nos arrebate la vida a los que la sabemos disfrutar.

Tal vez por eso he elegido careta…la cara siempre descubierta y por delante, jugosa, crujiente y sabrosa… con mucho que decir.

Debo confesarte que te conocí , en profundidad, íntimamente, hace no mucho, con La Madre de Franquenstein:  Me pilló el confinamiento recién llegada a Gijón, desde Almería donde residía. Viajé allí envuelta en una aventura  -no puedo resistirme a ellas- Siempre que viajo mi libro lo hace conmigo, no recuerdo cual era pero , obviamente, se acabó terminando y… las librerías estaban cerradas.

Ya en Gijón, confinada en una casa cuartel y sin libro, conseguí hacerme con un portátil y así poder seguir leyendo y escuchando música, ambos imprescindibles para mí.

La Madre de Franquenstein fue el elegido. Recuerdo horas frente al portátil leyendo tu maravillosa historia, repleta de esos personajes que no se le podían haber ocurrido a nadie nada más que a ti… nadie tiene esa humanidad y ese conocimiento íntimo del ser humano.

Leer a  “esa zorra roja” ver la sexta y no ponerle fideos al cocido me llevó a una casa de acogida para mujeres maltratadas, en Cangas de Onís, por un tiempo más, hasta que, por fin logré volver a casa, en Granada y… comprar en papel y acabar tu maravillosa historia de esa fantástica mujer.

Evidentemente quería más de tu pluma y adopté a Malena, los besos en el pan, el lector de julio Verne…  Suma y sigue. Ni que decir tiene que mi lectura es relajada, los energúmenos los calas y los apartas, sin más.

Te quiero Almudena. Porque me gusta cómo eres, como has sido. Me gusta tu manera de pensar, de construir tus personajes, de contarlo y tu insolencia y atrevimiento a hacerme cómplice de ellos. Me involucras en tus historias. Me encanta que hagas esto… ya te echo de menos. Pero siempre formarás parte de mí. En mis personajes, en mis fantasías, en mis recuerdos, en mis cenas, en mis gintonics… siempre que disfrute te haré partícipe de ello, como tú lo has hecho por mí…

Por cierto, no tengo foto del plato porque esto hay que comerlo muy caliente y con los dedos, y chupar, gemir y saborear… sería una estupidez y una pérdida de tiempo pararse a coger la cámara o el móvil y perderse ese crujir… ese disfrute de la vida! No hay tiempo que perder en tonterías…no crées?

Comentarios