Madrid, Madrid, Madrid…

Madrid, Madrid, Madrid…


Cambiar de aires de vez en cuando, viajar, hacer turismo es algo necesario para los que consideramos que, la calidad de vida requiere de ese ingrediente, tan importante, que es conocer cada día algo más. Involucrarse en algo más. Comparar. Observar. Vivir nuevas sensaciones…enriquecerse con todo aquello que está ahí a tal efecto.



En mi opinión, las grandes ciudades no son lo idóneo para vivir, por varios motivos. Además de la contaminación, la masificación, y lo lejos que queda la naturaleza salvaje de alguna de ellas, una sola mirada en el metro y te das cuenta de que es del todo paradójico. Mucha gente, pero es fácil sentirse solo. Si observas las personas que, a diario, viajan en metro, te das cuenta de que cada cual va a lo suyo. El metro está cuajado de gentes variopintas inmersas en sus pensamientos, en sus libros, en sus periódicos, en sus mp3. Gentes por lo general carentes de vitamina E...


Sin embargo para pasar unos días, una gran ciudad como Madrid es un destino alucinante. Hay tanta cultura suelta por ahí que apenas te da tiempo a ver una pequeña parte, a empaparte de un 0´2% de todo lo que puedes aprender, engullir, disfrutar de ese mar de posibilidades.


Gastronómicamente hablando, Madrid es una verdadera mina, todo lo imaginable y lo inimaginable se encuentra allí. Además, tiran la cerveza como nadie. En este viaje he descubierto que la cerveza de Madrid es de las mejores que he tenido el gustazo de beber, de degustar, de disfrutar.


Obviamente hay detalles que no me gustan de Madrid, por ejemplo el hecho de que, supongo que debido a la inmensa fauna que por allí pulula, la tónica es desconfiar de los demás. No es mi naturaleza mentir, sencillamente yo no miento (lo considero un acto cobarde y absurdo que acarrea problemas y malos entendidos innecesarios, dañinos y estúpidos), sin embargo he notado incredulidad, desconfianza por parte de algunas personas hacia mi, generalmente hosteleros, del tipo de no “creerse” que vas a volver al hacer una reserva en un restaurante, no fiarse cuando al pedir la cuenta le dices “tenemos 6 cañas, una de calamares y una bravas”, incluso me han tachado de estar mintiendo al afirmar que “esa ración” la he pedido yo…en ese aspecto no me ha gustado Madrid.


Yo suelo viajar con mochila y, en esta ocasión, como en otras, he sufrido un rechazo por parte de los regentes de “sitios caros” quiero decir, restaurantes y demás garitos en los que, nada más abrir la puerta, un señor todo vestidito de “encargado de admisión”, te mira raro, te dice que si no has reservado lo tienes chungo y, al decirle que no pasa nada, que esperas tomando un vino en la barra, parece molestarse por tu decisión…¿no son conscientes de lo cómoda y útil que es una mochila?...


Cierto es que, al transcurrir el tiempo, los que se paran a observar el comportamiento del mochilero (yo en este caso), reparan en que solemos ser gente sencilla, gente amable, gente solidaria…las señoras enjoyadas no se levantan de su taburete para dejárselo a ese matrimonio mayor que toma el vino de los domingos con una de croquetas, los encorbatados no piden “con educación” esa tapa olvidada, los ejecutivos agresivos no ceden su turno de mesa a esa familia con niños desesperados pidiendo sentarse ya…los que valoramos otras cosas, aunque nuestro atuendo no sea ostentoso, si lo hacemos. Eso si, utilizamos mochilas…son muy cómodas. Aparte de eso, con mochila o sin ella, no considero gastronómicamente respetable un establecimiento en el que se obvia el interés gastronómico por el quehacer de dicho garito de los que lo frecuentan, o frecuentamos…no se si me explico. A mi me interesa la gastronomía sobre todo (sobre todo cuando estoy de turismo gastronómico) y, obviamente, si me tratan mal, considero que son unos necios sacacuartos que no merecen el titulo de “gastrónomos”, son para mi por lo tanto, cocinillas sin más…Con fama pero cocinillas, con estrellas pero cocinillas…cocinillas que te “tiran” un fantástico chuletón, unos estupendos espárragos de Tolosa sobre el plato en el que has degustado la tapa de chistorra (lleno de migas), te clavan un pastizal por ellos, después de menospreciarte por llevar mochila, sin embargo no tienen el detalle de ponerte un plato limpio para el primero, dejándote el que venía en mesa, tras la tapa…¿gastrónomos?...sacacuartos!



A toda esta gente quisiera decirles algo…la cocina es un signo de la humanidad, el amor por ella es algo innato en “algunos seres humanos, hombres y mujeres”, algun@s tenemos especial interés por esa faceta, y cierta predisposición a disfrutarla y desarrollarla…pues bien, los que no son capaces de mirar más allá, los que solo ven lo de fuera, los que juzgan tan insensatamente…en mi opinión, son solo cretinos sacacuartos, cocinillas que tratan de enmascarar a todo un arte, un sentimiento, una expresión de sensibilidad, en un negocio con una bonita cara, un oscuro corazón, y unas tripas sucias.


Cada vez que me pasa algo así pienso… ¿y si les digo que yo, en realidad, soy la hermana pequeña de Arguiñano? (la de los dulces no…la otra)


Bueno…el problema es que no se mentir…


Y aparte de un chuletón de excelente calidad tirado sobre un plato lleno de migas, una de calamares con 2 vinos a un precio desorbitado, una cerveza de lata a 4´50€ (bueno, es lo normal en los aviones…), 4 chipirones chamuscados por 14€ y algunas “cosillas” más, la oferta gastronómica en Madrid es, sencillamente genial!



Y como muestra, los calamares y las bravas en la Cervecería Cruz, que te asalta a mitad del rastro con su olorcito a calamares, con esos camareros tan eficientes y ese encargado (vamos, el que cobra) tan insoportable y en asintonía total con el buen rollito de sus jóvenes compañeros (o empleados…apuesto a que es el jefe…), sus bravas, esos caracolillos, sus navajas, sus croquetas…total, la cervecita del rastro tan deseada, tan necesaria y tan reconfortante.



Y para seguir y puesto que el día está frío y pide cuchara, este cocido madrileño, y sus dos vuelcos, plato obligado en un día madrileño como el pasado domingo, después del típico recorrido por el rastro, con un frío que pela, en la taberna de la Daniela, como no…





Mención especial me merece el Mercado de San miguel, en el que los puestos habituales de frutos de la tierra y el mar, se han convertido en pequeños bares en los que degustar dichos frutos, junto con excelentes vinos y cervezas. Mariscos, guisos, jamones, embutidos, carnes, ensaladas, panes, dulces…caviar, vodka, quesos, sushi, ostras…lo que se te ocurra se puede degustar allí. Además de demostraciones, charlas, talleres…un gustazo para los amantes de la gastronomía. Eso si, caro, caro, en algunos de los puestos vergonzosamente caro y masificado total, de manera que, según que hora sea, es muy complicado poder saciar las ansias de una manera razonable…











Lo que más me ha gustado y por lo tanto recomiendo, el Barrio de La Latina, Sol, La Plaza Mayor, lo eficaz del metro, lo rica que está la cerveza y la cantidad de cosas que me quedan por conocer en próximas ocasiones…


Comentarios

Los greñúos ha dicho que…
A mi, a pesar de los pesares, me encanta ir de finde a madrid, su cerveza, el bacalau, el marisco, la carne, el bullicio...
Hay tanto jaleo que volver a casa, viniendo de madrid, es una delicia.
María Pimientos ha dicho que…
Cierto, y es que no hay como cambiar de escenario para reparar en el cotidiano...
Unknown ha dicho que…
Pues yo creo que en un nivel normal, se come fatal, caro y mal servido. Luego se descojonan y nos menosprecian con aquello de "provincias", y lo que no saben es lo que me parto yo la caja cuando llaman chorizo de pueblo al de Revilla.