A esos hombres que duermen desnudos en el mar...
"Un grupo de seres humanos se entrega al mar
huyendo de una existencia demasiado dura y frágil; sus esperanzas puestas en algo
mejor, un poco de dignidad, quizás alimento y salvar –de alguna manera-
sus precarias vidas. Tal vez ansiando que amanezca de una vez, que se haga de día por fin, que acabe esta pesadilla inundada por la oscuridad."
Algunos hombres dedican ese instinto natural a subir más alto que otros, a obtener más riquezas que otros; a henchirse de poder. Otros hombres lo utilizan para sobrevivir, para no morir; para conservar la vida.
A lo largo de la historia se han ido estableciendo unas leyes o reglas de convivencia. Algunas de ellas están escritas y su incumplimiento está castigado con penas más o menos severas. Hay otras "normas" que, a pesar de estar reguladas, son ambiguas; cambian a beneficio de quien las maneja, estemos el resto de acuerdo o no. Existen otras pautas inherentes al ser humano que no requieren de regulación; todos conocemos su existencia, su importancia, su significado.
Una de estas reglas de convivencia -que además está regulada- es el deber de todo ser humano a socorrer a otro que lo necesite; o lo que es lo mismo, la omisión de auxilio es delito. Delito y una vergüenza. Un individuo que ignora, que no asiste, que no presta ayuda a otro en peligro, es escoria; un ser carente de calidad humana, un mierda.
Impensable es ya, que no contento con la omisión de auxilio, este individuo, perjudique aún más al necesitado en cuestión, digamos -es solo un ejemplo dramático y exagerado- impide acceder a una parturienta al hospital, mirando impasible a través del ventanal de su despacho, como la mujer rompe aguas y pare a su bebe sobre el cesped del jardin, como una perra; se da a la fuga tras atropellar a un peatón y se aleja viendo como este último se desangra sobre el asfalto; dispara pelotas de goma, balas de fogueo y botes de gases lacrimógenos a un hombre en medio del mar, asustado, que desesperadamente trata de alcanzar la orilla a sabiendas de que, si no lo consigue pronto, morirá ahogado -una horrible muerte sin duda y un triste fin para un hombre-.
Algunos hombres disfrutan de vidas plenas, de lujo, opulencia, poder. Algunos hombres tienen vidas cortas, de penurias, tristes, complicadas. Hay hombres buenos y están el resto de ellos -independientemente del tipo de vida que les ha tocado vivir-. Algunos hombres, por su posición social, tienen el privilegio de decidir sobre la vida de otros hombres; en sus manos está ayudarlos o exterminarlos. Hay hombres que, por su posición social, nacen destinados a morir.
Hay hombres que mueren de forma trágica, a manos de otros hombres; mueren con los pulmones llenos de agua salada, el cuerpo cubierto de moratones y el alma rota después de ver, arriba, en la luz, tras la fila de burbujas, la mirada de odio en los ojos de otro hombre que empuña un arma. Algunos hombres deben ver morir a sus hermanos, impotentes; hombres que nada más nacer son tachados de delincuentes, tratados como apestados y muertos como ratas.
Hay hombres que, preocupados por su discurso, se pasean por el centro de la tragedia de otros hombres, limpiando con el extremo se su mano la solapa del traje de seda que cubre sus corruptos cuerpos.
Hay hombres que duermen desnudos en el mar...
Impensable es ya, que no contento con la omisión de auxilio, este individuo, perjudique aún más al necesitado en cuestión, digamos -es solo un ejemplo dramático y exagerado- impide acceder a una parturienta al hospital, mirando impasible a través del ventanal de su despacho, como la mujer rompe aguas y pare a su bebe sobre el cesped del jardin, como una perra; se da a la fuga tras atropellar a un peatón y se aleja viendo como este último se desangra sobre el asfalto; dispara pelotas de goma, balas de fogueo y botes de gases lacrimógenos a un hombre en medio del mar, asustado, que desesperadamente trata de alcanzar la orilla a sabiendas de que, si no lo consigue pronto, morirá ahogado -una horrible muerte sin duda y un triste fin para un hombre-.
Algunos hombres disfrutan de vidas plenas, de lujo, opulencia, poder. Algunos hombres tienen vidas cortas, de penurias, tristes, complicadas. Hay hombres buenos y están el resto de ellos -independientemente del tipo de vida que les ha tocado vivir-. Algunos hombres, por su posición social, tienen el privilegio de decidir sobre la vida de otros hombres; en sus manos está ayudarlos o exterminarlos. Hay hombres que, por su posición social, nacen destinados a morir.
Hay hombres que mueren de forma trágica, a manos de otros hombres; mueren con los pulmones llenos de agua salada, el cuerpo cubierto de moratones y el alma rota después de ver, arriba, en la luz, tras la fila de burbujas, la mirada de odio en los ojos de otro hombre que empuña un arma. Algunos hombres deben ver morir a sus hermanos, impotentes; hombres que nada más nacer son tachados de delincuentes, tratados como apestados y muertos como ratas.
Hay hombres que, preocupados por su discurso, se pasean por el centro de la tragedia de otros hombres, limpiando con el extremo se su mano la solapa del traje de seda que cubre sus corruptos cuerpos.
Hay hombres que duermen desnudos en el mar...
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